jueves, 23 de junio de 2016

Emilio Vicente Valarino, mi bisabuelo




Hay historias que parecen sacadas de las páginas de una novela, pero en algunos casos la realidad supera la ficción. La historia que vamos a contar tiene que ver con una eminente familia que gobernó el ducado de Lorena, al noreste de Francia, desde finales del siglo 11 hasta mediados del siglo 18, cuando se unió a la casa real germana de los Habsburgo.

El fundador de la casa ducal de Lorena había sido Gerardo de Lorena en 1048, continuando la línea de sucesión masculina ininterrumpidamente, por ocho generaciones, hasta llegar a Francisco Esteban de Lorena, quien en 1735 cedió el territorio de La Lorena y recibió el de La Toscana como compensación, siguiendo un plan concebido por el rey Luis XV de Francia, quien tratando de evitar que el ducado de Lorena pasara a formar parte del Sacro Imperio Romano Germánico, se lo asignó temporalmente a su suegro, el destronado rey de Polonia Estanislao Leszczynsky, con la condición de que a su muerte pasara a Francia. Un año después, Francisco Esteban de Lorena casó con María Teresa de Habsburgo, archiduquesa de Austria y en 1745 es electo emperador de Alemania.

Al ceder el ducado de Lorena Francisco Esteban dejó sin derechos a su hijo Francisco Carlos, quien protestó el paso de su padre a Austria, negándose a seguirle y se retiró al castillo de Thionville donde vivió alejado de las luchas políticas. Al morir, en 1807, dejó un hijo, Felipe Augusto, el cual se casó con Elena Margarita de Armañan y el Águila, de cuyo matrimonio nacieron Felipe Francisco en 1837 y dos años después Gerardo Eugenio, muerto a temprana edad por una enfermedad en la columna.

Al primogénito heredero Felipe Francisco de Lorena no le tocará una vida fácil, pues a los tres años de edad desaparecerá misteriosamente después de que fuera llevado por Hildebrando, un criado joven de toda confianza de la familia ducal, a dar su paseo diario por los alrededores del Castillo. Ese día, Hildebrando apareció -supuestamente- maniatado a un cercado, manifestándole al Conde, su amo, que había sido asaltado por un grupo de gitanos llevándose al pequeño a un lugar desconocido. La activísima búsqueda del niño resultó infructuosa, muriendo los Condes con la inmensa pena producida por el misterioso secuestro de su amado hijo. Con la desaparición del primogénito se creyó extinta la rama directa de la nobilísima casa de Lorena.

Tan pronto como fue relevado de su servidumbre en el Castillo de Thionville, Hildebrando -hombre no pervertido- sacó al niño de donde lo tenía escondido y, tras atravesar toda Francia sin ser descubierto, se internó en España y fue a parar a San Roque, al sur de la Península Ibérica frente al estrecho de Gibraltar. En este lugar conoció a un comerciante arruinado de nacionalidad italiana, de nombre Agustín Valarino, con quien hizo un trato para que adoptase a la criatura mediante la entrega de una buena suma, proveniente del dinero obtenido por su delictuosa acción. Desde entonces, el desconocido niño pasó a llamarse Emilio Vicente Valarino.

Agustin Valarino tuvo a su cuidado a su hijo adoptivo en Gibraltar, territorio británico de ultramar, hasta los siete años de edad cuando lo envió a educar a Francia en uno de los principales institutos de Burdeos. Posteriormente, cuando Emilio Vicente ya había cumplido los doce años de edad, Agustin Valarino resolvió emigrar a Venezuela, fijando su residencia en el puerto de La Guaira, donde formó su hogar. A la postre, Emilio Vicente Valarino se constituiría en notable telegrafista y electricista hasta ocupar el cargo de Director General de los Telégrafos y Teléfonos de Venezuela durante los gobiernos de la Restauración Liberal. Asimismo, participó en la Guerra Federal bajo las órdenes del General Francisco Linares Alcántara, tomando parte activa en diversos hechos de armas hasta alcanzar el grado de General de División. Además, se distinguió como insigne filántropo y honrado ciudadano de la patria. Su trayectoria de 70 años de existencia fue una constante acción viviente de bondad y grandes virtudes. En su trance final manifestó: “Muero tranquilo, no he hecho mal a nadie, por mi culpa no se ha derramado nunca una lágrima, he dedicado mi vida a hacer el bien, aun a mis pocos enemigos”.

Sorpresivamente, 67 años después del secuestro de Felipe Francisco de Lorena y apenas tres meses después de su fallecimiento en Caracas, Don Carlos de Borbón, pretendiente al trono de España dio a conocer la noticia sobre el verdadero desentrañamiento del suceso. Un hijo del criado Hildebrando que estaba al servicio de Don Carlos, cuando agonizaba en su lecho de muerte, le entregó al noble español un documento que conservaba por voluntad de su padre, quien se lo había confiado antes de morir. En ese documento se hacía constar que el primogénito de los Lorena probablemente estaba vivo, pues la versión de su secuestro por un grupo de gitanos era completamente falsa, ya que el mismo Hildebrando se había maniatado para preparar su coartada.

Don Carlos de Borbón, interesado vivamente en el asunto, emprendió serias investigaciones que dieron por resultado el descubrimiento de que el hijo secuestrado y entregado al italiano Valarino vivía en Venezuela, donde se había residenciado desde 1858 con el nombre de Emilio Vicente Valarino.

La verdadera historia es que agentes del gobierno austriaco, con el prurito de extinguir la descendencia directa de la noble casa de Lorena, le habían pagado a Hildebrando la cantidad de doscientos mil francos con tal de hacer desaparecer al ilustre vástago, seguros como estaban de que el segundo hijo de los Condes Duques había nacido con un reblandecimiento en la columna que le hubiera impedido llegar vivo a su desarrollo.

Otro episodio que agrega datos fehacientes a esta historia es el aportado por el notable historiador francés Henri Houssaye, cuando realizaba una excursión con el Marques de Nancy en una de sus propiedades campestres situada en el camino entre Thionville y Luxemburgo. Cuenta el intelectual que, después de varias horas de marcha, llegaron a una casita blanca, donde vivía el mayordomo: un anciano de nombre Marcelo, quien había estado al servicio de los Duques de Lorena hasta que éstos fallecieron. Él se hizo cargo de las cabalgaduras y comentó que el tiempo era bueno para salir de cacería. El Señor de Nancy accedió, pidiendo le trajeran los accesorios necesarios para un buen lance de caza. Entre éstos llamó poderosamente la atención del historiador el cuchillo de monte de Marcelo, porque su hoja era de finísimo acero inglés, y en su parte superior estaba grabado el histórico escudo de armas de la casa de Lorena: una banda sobrecargada con tres aguiluchos de plata.

Marcelo le comentó que esa daga de monte se la había obsequiado el noble conde Felipe Augusto de Lorena, quien al enterarse del supuesto secuestro de su pequeño hijo había iniciado su búsqueda junto con un grupo de colaboradores, dividiéndose por distintos senderos. A él le tocó acompañar al Conde por un camino donde se notaban huellas recientes. Después de haber cabalgado durante dos horas por el bosque divisaron una banda de gitanos como de seis hombres y varias mujeres que preparaban alimentos en grandes fogatas. El Conde y Marcelo se enfrascaron en una lucha desigual contra los gitanos que los atacaban armados con pesadas tizonas; pero los fueron eliminando uno a uno. Cuando la espada de Marcelo había sido destrozada en el fragor de la lucha, el Conde, sin perder la sangre fría, le arrojó su daga de monte y con ella Marcelo venció al último de los gitanos que amenazaba de muerte al Conde. Este abrazó a Marcelo y le dijo: “Me has salvado la vida; conserva siempre en recuerdo mío esa daga; eres digno de mi cariño y de mi apoyo”.

Acto seguido, corrieron al campamento donde estaban las mujeres de los gitanos, pero no encontraron ninguna evidencia del niño Felipe. Tristes y desalentados regresaron al castillo, cayendo el Conde en un abatimiento indescriptible, hasta su muerte ocurrida diez años después. Su esposa le sobrevivió apenas dos años y el otro hijo, Gerardo Eugenio murió de trece años de edad a consecuencia de una enfermedad congénita. Así se creyó extinguida aquella dilecta y generosa raza de los Duques de Lorena.

Henri Houssaye confirmó la veracidad del testimonio de Marcelo y le reveló que agentes de una nación interesada en la desaparición de la Casa de Lorena habían sobornado al criado Hildebrando para que raptara y eliminara al príncipe Felipe. Sin embargo, el niño vivía porque había sido negociado y entregado en San Roque, al sur de España, a un comerciante italiano que lo adoptó bajo el nombre de Emilio Vicente Valarino, transcurriendo su vida sin saber nunca quienes habían sido sus padres. A sus hijos solía decirles: “Ustedes puede que pongan en claro algún día ese misterio que envuelve mi nacimiento”.

A mediados de 1907 se comisionó en Caracas a dos representantes diplomáticos a fin de inquirir el paradero de Emilio Vicente Valarino, verdadero descendiente de los Condes de Lorena, y en carta fechada el 20 de septiembre ellos daban cuenta de que había fallecido en Caracas tres meses antes. Entonces, se dieron a la tarea de averiguar con discreción cuál de los hijos del difunto había sabido llevar con más inteligencia y honor el ilustre nombre de su progenitor. La investigación dio por resultado que el noble título de Conde de Lorena debía recaer en el segundo de sus hijos, el llamado Nerio Aquiles, a quien insinuaron reclamar tal reconocimiento personalmente, o por medio de un apoderado.

Por recomendación del ministro inglés, a principios de 1909, un célebre abogado austríaco, el Barón de Kurz, le ofreció a Nerio Valarino ser su apoderado, con la esperanza de que pudiera recuperar sus bienes. Las gestiones de este abogado lograron el reconocimiento oficial del ilustre apellido de Lorena por las cortes de Portugal, Rusia, Alemania, Austria, Rumania y por el Vaticano. Con toda esa documentación, el Barón de Kurz presentó la reclamación de Nerio Valarino de Lorena al castillo de Thionville ante los tribunales de Metz y, después de largos debates, sentenciaron en 1914 a su favor en primera instancia, ordenando se le entregara esa propiedad y sus anexos.

Cuando ya se iba a activar el asunto en la Corte Suprema, estalló la I Guerra Mundial y todo quedó paralizado hasta la terminación del conflicto. Pero en diciembre de 1916 y enero de 1917 las posesiones de Thionville, ocupadas por fuerzas alemanas, fueron bombardeadas por una escuadrilla aérea francesa dejando totalmente destruido el castillo e incendiados los bosques aledaños.

Para colmo de males, el 12 de mayo de 1917 fallecía el Barón de Kurz cuando comandaba el 125 Regimiento de Artillería Austriaco, a consecuencia de las heridas recibidas en la Ofensiva Brusilov, la mayor operación militar del ejército ruso durante la I Guerra Mundial. Con la muerte de tan noble amigo, Nerio Valarino de Lorena vio perdidas sus esperanzas de recuperar los bienes europeos.

Sin embargo, al terminar la I Guerra Mundial en 1918, se propuso reiniciar las actividades para acceder de nuevo a la documentación de su proceso. Pero cuando apenas comenzaba las diligencias, a raíz de sus sistemáticas críticas periodísticas contra el tiránico régimen de Juan Vicente Gómez, en aquel tiempo Presidente de Venezuela, fue encarcelado e incomunicado en las mazmorras de la cárcel La Rotunda de Caracas, hasta su muerte ocurrida en 1930. Al respecto Nerio Valarino de Lorena había escrito: A mis hijos les quedará siempre el orgullo de descender de la noble y excelsa casa de Lorena. La suerte que fue siempre cruel con la rama condal de Lorena, ha continuado siendo adversa conmigo. Ironías del destino…

domingo, 31 de enero de 2016

Carta a un hijo adolescente



Caracas, 3 de diciembre de 1991

Querido hijo:

Ya vas dejando de ser niño -bebé querido- para comenzar a ser hombre.

Que bueno que no te han afectado los brinquitos de la adolescencia. Creo que no has tenido que demostrarnos tu rebeldía porque posees un hogar bien grato, con tus padres y tus hermanos dándote amor y comprensión.

Es hora de que empieces a tomar tus propias decisiones en función de tu futuro. Debes poder responder preguntas como: qué aspiras ser en la vida, a dónde quieres llegar, para qué misión te puso Dios en el mundo? Como ser individual e irrepetible debes aprovechar los talentos que Dios te ha dado, porque si los desprecias habrás perdido la oportunidad de realizarte como hombre.

No te dejes llevar por el facilismo, la flojera, el conformismo y la indolencia. Por el contrario, debes esforzarte en trabajar duro, ahora como estudiante y mañana como profesional, en ser tenaz, constante y sobre todo honesto contigo mismo y con los demás.

Debes tener una responsabilidad fuerte para no dejarte arrastrar por el placer y el consumismo. No puedes dejarte confundir por la imagen que transmite la publicidad acerca de los supuestos triunfadores en la vida, es decir aquellos que andan en lujosos vehículos, con bellas mujeres, consumiendo licor y vacacionando en los mejores hoteles del mundo.

Esa es la forma como se valora al hombre: "dime cuánto tienes y te diré cuánto vales". No te conformes con aceptar todos los mensajes audiovisuales, escritos y hablados, que recibes sin analizarlos y compararlos con tu escala de valores.

Busca incesantemente la verdad y compruébala por tí mismo. Recuerda que nadie es poseedor de la verdad absoluta, pues toda verdad es relativa dependiendo del ángulo con que se mire. Nunca tengas miedo en defender tus principios y actuar de acuerdo con lo que te dicta tu conciencia. Ella será tu guía y tu mejor consejera.

Si no puedes resolver algun problema por tí mismo, acude a tu mamá o a tu papá. Si ellos no te lo pueden resolver recuerda que Dios siempre está con los brazos abiertos esperando recibirte cuando tú lo necesites.

Te quiero mucho.

Tu papá.

domingo, 17 de enero de 2016

Los Coll Vargas


En anteriores reseñas he hablado de varios de mis antepasados, algunos que no pude conocer personalmente, como mis abuelos, y otros con quienes tuve la suerte de convivir y compartir muchos momentos. Ahora me dispongo a hablar de los Coll Vargas, frutos del matrimonio entre Marianela Vargas Sánchez y Agustin Coll Valarino, quien escribe. La verdad es que cuando nosotros nos casamos muy poco se hablaba de planificación familiar, pero eso no es una excusa para justificar el haber tenido cuatro hijos. Estábamos muy jóvenes, Marianela 19 y yo 25, y estábamos muy ilusionados y enamorados para ponernos a sacar cuentas acerca de cuántos hijos queríamos tener. Los niños comenzaron a alegrar nuestro hogar y nuestra energía era inagotable para cuidarlos y educarlos.


Primero llegó Cristina, a los nueve meses de casados, y fue un acontecimiento por ser la primera de esa generación pues ni mis hermanos ni las hermanas de Marianela habían sido padres todavía. Se había constituido en la primera hija, sobrina, nieta y bisnieta, circunstancia que la ponía bajo la atención de la familia entera. Todos los ojos estaban sobre ella para celebrar sus gracias o verificar sus avances. La bautizamos con el nombre de Cristina para complacer a mi mamá, su abuela paterna, quien recordaba una prima homónima de exquisita belleza. Le tocó vivir su primer año en Caracas y luego en Cabimas, pues yo trabajaba para la Creole Petroleum Corporation y estaba asignado a la Costa Oriental del Lago Maracaibo. Marianela estaba encantada con su nena y, al igual que sucedería con los sucesivos hijos, se dedicó a ella a tiempo completo. Le tocó viajar a Caracas y luego de vuelta en varias oportunidades, siguiendo un tedioso trayecto por la carretera Falcón-Zulia. Una buena parte del camino lo hacía dormida en una cunita que le habíamos acomodado en el asiento trasero del vehículo. En uno de esos viajes compramos un racimo de cambures a nuestro paso por Morón, estado Carabobo y cuál no sería nuestra sorpresa cuando llegamos a Caracas con menos de la mitad del regalo que llevábamos para la familia pues Cristina se los había comido durante la travesía. A los cuatro años le tocó dejar su ambiente felíz del hogar y comenzó sus estudios en el Colegio San José de Tarbes de La Florida, donde había estudiado su mamá. Allí cursaría primaria y bachillerato, aunque el Colegio nunca resultó para ella un espacio confortable. Entre sus primeras observaciones acerca de sus condiscípulas decía que eran un grupo de "pendejas chiquitas", lo cual demostraba su incomodidad. Su trayectoria en el Colegio transcurre un poco a trancas y barrancas, pero progresa sin dificultad más por su inteligencia que por su empeño. Se gradúa en humanidades y, ante su incertidumbre, le recomendamos que estudiara derecho. Entra en la Universidad Católica Andrés Bello y comienza la carrera con pocas ganas, pero aprueba los cinco años con el mínimo esfuerzo necesario graduándose de abogado. Finalmente dirá que hizo los estudios por complacernos a nosotros pero no porque le fascinaba cursar la carrera. Ella desde pequeña mostró su vocación de maestra, pues le gustaba enseñar a sus hermanos y los colocaba como en clases para transmitirles sus conocimientos, utilizaba una pizarra y otros implementos pedagógicos. Muchos años después pudo desarrollar esa aptitud al dar clases de francés en la Alianza Francesa de Caracas, luego de estudiar ese idioma en Paris. Paralelamente obtuvo un diploma en Componente Docente en la Universidad Católica Santa Rosa. También Cristina tiene mucha facilidad para la palabra escrita, pero hasta ahora no ha desarrollado su faceta de escritora, y sus cuentos y relatos los mantiene engavetados. Ha sido una viajera incansable y residente en varios paises. En Francia vivió en casa de su tía Helena, quien la acogió con mucho cariño. También vivió en Panamá, donde trabajó como guía turística para los visitantes franco-parlantes. Ahora vive en Australia donde recientemente fue diplomada en derechos humanos por la Universidad de Sydney y también terminó un master en trabajo social en el Australian College of Apliance Psichology. En los últimos años se ha dedicado a dar clases de español, como parte de los cursos de extensión de la Universidad de Sydney.


Cuando Cristina tenía dos años nació Alberto, un niño con carácter alegre y permanente buen humor. Lo bautizamos con ese nombre en recuerdo de mi tío político Alberto Rodriguez Briceño, a quien mucho quise. Lo inscribimos en el Colegio La Salle La Colina por varios motivos; primero porque nos quedaba cerca de nuestro apartamento del Edificio Doravila, segundo por su fama de buen colegio y tercero porque el Colegio San Ignacio donde yo había estudiado se estaba inclinando hacia grupos sociales menos favorecidos y no veía con buenos ojos a los hijos de los ex-alumnos. Allí Alberto fue feliz y se adaptó perfectamente, transitando por toda la primaria con buenas calificaciones, variados deportes y muchos amigos. A los trece años comenzó a perder interés en los estudios, se dedicó a ir a fiestas y se aficionó fuertemente por el cine y los deportes, incluido el gimnasio. A partir de tercer año de bachillerato estudia lo mínimo necesario para pasar y en algunas materias lo reprueban, teniendo que reparar en septiembre. Entra en humanidades y allí se siente más a gusto sin las materias científicas y con un gran grupo de amigos que le celebran sus gracias e inventos. Se gradúa de bachiller en 1989 e intenta ingresar el la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello pero no supera el examen de admisión y se ve obligado a entrar en la Escuela de Letras, pero en vez de estudiar se dedica al surf y pierde ese año. Obligado por las circunstancias entra en la Escuela de Derecho, pero esa no era su vocación y dando tumbos pierde tres años más hasta que le aplican el Reglamento de Repitientes y tiene que alejarse de la Universidad. Comienza a trabajar en el Banco Venezolano de Crédito y allí le colocan el sobrenombre de "piñita" por ser el sobrino político de Jose Luis Piña, abogado de esa institución bancaria, quien era su tío político. A los 22 años se fue a Barbados a hacer un curso de inglés y allí permaneció cerca de un año hasta que se ve obligado a regresar por la gravedad de su mamá, quien había contraido un dengue hemorrágico. En 1996 se inscribe en el Instiuto de Nuevas Profesiones para estudiar Comercio Exterior y al poco tiempo comienza a trabajar en Importadora Revein, empresa que se encargaba de traer calzados de Brasil e Indonesia. En 1999 se gradúa de Técnico Superior en Comercio Exterior y comienza su postgrado en Comercio Marítimo Internacional en el Instituto de Estudios Superiores de la Marina Mercante, graduándose meritoriamente. El 4 de diciembre de 1999 se casa con Carolina Reyes en la capilla de su querido Colegio La Salle. Crea su propia compañía de importaciones y trabaja por contrato para Revein. No contento con esos logros, comienza a pensar en desarollar su carrera en el exterior y escoge a Australia como un destino ideal por sus universidades, su clima y sus playas aptas para el surf. Logra concretar su sueño y parte para Brisbane el 11 de julio de 2002 con una visa de estudiante para hacer estudios de postgrado en Comercio Internacional en la Universidad de Griffith. Carolina partirá posteriormente, el 6 de agosto del mismo año. El 1 de diciembre experimentan la enorme alegría de tener su primer hijo, a quien deciden llamar Nathan. Poco tiempo después Carolina consigue trabajo en una importante firma de arquitectos conocida como el Grupo Buchan. Esto representaría un paso fundamental en el proceso de asentamiento migratorio, pues Carolina sería "sponsoreada" por esa compañía dos años después, lo que les permitió que obtuvieran la residencia permanente. Alberto continua sus estudios y trabaja para una compañía de limpieza, hasta que consigue un buen empleo en una importante empresa naviera australiana, P&O, en septiembre de 2004. Termina su postgrado en noviembre y el acto de graduación tiene lugar en abril de 2005, con la asistencia de sus orgullosos papás. En esos días hubo cambios en su trabajo, pues la empresa fue adquirida por la mayor naviera del mundo, la compañía danesa Maersk Sealand, donde Alberto había soñado trabajar desde sus primeros pasos en esa profesión. El 16 de octubre, coincidiendo con el día de mi cumpleaños, nació Corina una linda y graciosa nena que aumentaría la dicha del hogar de los Coll Reyes. El 21 de octubre de 2007 entra en una empresa de manejo de grandes cargas conocida como ST Group Skelton Tomkinson, y el 5 de noviembre es padre por tercera vez, con el nacimiento del pequeño Matthias. Alberto se destaca como el perfecto esposo y padre, ayudado por su carácter conciliador, su simpatía y su optimismo permanente. A fines de 2010 decide cambiar de trabajo e ingresa en la empresa Swift Australia, subsidiaria de la brasilera JBS, dedicada al transporte de carne vacuna y derivados. En marzo de 2012 acepta un nuevo reto en la empresa de transporte de carga 20 Cube, desempeñándose con gran éxito y viajando a varios países del mundo asiático. El 19 de febrero de 2017 crea su propia compañía: Lobo Logistics y decide abrirse paso por si solo en el competitivo mundo de las importaciones y exportaciones. El 2 de febrero de 2018, mientras se encontraba nadando en la piscina del club de la urbanización donde reside, le sobreviene un infarto masivo y lo rescatan ahogado, casi sin signos vitales. Unas vecinas que por casualidad estaban allí le aplican resucitación cardio-pulmonar y logra expulsar parte del agua que se habia tragado. Varias ambulancias acuden al sitio y los paramédicos logran revivirlo y llevarlo al Hospital Princess Alexandra. Allí permanecerá durante 43 interminables días, después de pasar por las Unidades de Terapia Intensiva, Cardio-vascular y Rehabilitación de daños cerebrales. El 17 de marzo llega de nuevo a su casa, preparándose mentalmente para la operación de corazón abierto que tendría lugar el 16 de abril. La operación dura 4 horas y 45 minutos, después de colocarle cuatro by-pass, ejecutada por un equipo de cardiólogos bajo la dirección de la  famosa Dra. Julie Mundy. Cuatro días después ya estaba en su casa otra vez. No solo el excelente equipo médico, sino el acompañamiento espiritual de familiares y amigos, y especialmente la intervención de Dios y la Virgen Santísima, sumaron fuerzas para su definitiva recuperación, que comienza a hacerse realidad en el segundo semestre de 2019


El 15 de mayo de 1973 nace Andrés, apenas 11 meses después del nacimiento de Alberto. Se diferenciaba físicamente de sus hermanos por su pelo rubio y facciones refinadas. Desde pequeño se caracterizó por tener un carácter fuerte y siempre le gustaba imponer su voluntad. Siguiendo la tradición, a los cuatro años ingresa en el Colegio La Salle, el cual le gusta mucho y se destaca por su responsabilidad. Conjuntamente con sus estudios escolares toma clases de dibujo, pintura y escultura con diversos maestros Duilio, Pedro Dessene, Abilio Padrón, Guillermo Abdala, Carolina Otero, Panier, Lobo, Luis Alvarez de Lugo, Pedro Perera, Eduardo Vera, Hiram Caro y Pedro León Zapata. Al terminar bachillerato presenta la prueba de admisión para entrar en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela y resulta elegido entre los primeros. Allí transita los 10 semestres disfrutando los estudios porque puede desarollar su verdadera vocación artística. En el trabajo final de grado saca la máxima calificación y su maqueta es elogiada por el jurado examinador. Antes de graduarse trabaja como dibujante y maquetista en la Oficina Ualde y Rodríguez. Viaja a Europa en 1996 y después de una estancia en Galicia, España con su compañero de estudios Joaquín Rodriguez pasa a Francia, donde conoce al maestro Carlos Cruz Diez y logra entrar a su taller de Paris. Regresa a Venezuela y sigue trabajando en el taller del artísta en Caracas por las mañanas. Se asocia con su amigo Ernesto Gil y trabaja en diseño, construcción y supervisión de diversos proyectos arquitectónicos. En 2001 se asocia con otros colegas y crea la compañía CDG Arquitectos acometiendo diversas obras civiles y remodelaciones. Por petición del maestro Cruz Diez vuelve a París y trabaja un mes en esa ciudad, regresando para continuar con su empresa. En 2002 viaja a Nueva York y se casa por el civil con su novia Mónica Fernández y en 2005 se casa por la iglesia. Intenta probar suerte en Canada pero las leyes cambian y no obtiene el puntaje necesario. Opta entonces por aplicar para venirse a Australia, donde su hermano Alberto ya tenía 3 años viviendo. Después de mucho papeleo, exámenes y traducciones logra obtener la residencia australiana y en mayo de 2005 emprenden el largo viaje hacia lo desconocido. Busca trabajo durante varios meses y logra ingresar en la firma de arquitectos Chaada Simbieda, que se ocupa del diseño interior de grandes hoteles internacionales, a los cuales le toca viajar frecuentemente. Allí permanece durante 7 años hasta que decide cambiar suerte e ingresa en la empresa Nicholas Graham Asociated, participando en el diseño interior de muchos hoteles tanto de Australia como del continente asiático. Después de tres años en NGA logra entrar en Westfield, la más grande constructora de centros comerciales de Australia, pero no consigue adaptarse al ambiente tan formal de la mega-empresa. Por recomendación de una antigua compañera de trabajo se cambia a otra compañía en el mismo ramo que se dedica al diseño interior de hoteles en China principalmente, donde permanece hasta el presente.


Finalmente, el 22 de marzo de 1977 nace Ignacio, mejor conocido como "Nacho". Su nombre obedece a dos razones principales, primero por la educación que recibí en el Colegio San Ignacio y también por Ignacio Lepp, comunista furibundo francés que llegó a ser sacerdote por la gracia de Dios y cuyos libros me los devoré durante mi época universitaria. Como marcaba la tradición familiar ingresó en el Colegio La Salle desde kinder y allí permaneció hasta graduarse de bachiller en humanidades. En el colegio se destacó muchísimo por su destreza futbolística y su instinto natural para meter goles, logrando ganar muchos campeonatos y trofeos para su querido Colegio La Salle y para las selecciones en las cuales participó. En octubre de 1994 ingresa en la Universidad Santa María a estudiar derecho, pero se retira poco tiempo después. En enero de 1995 viaja a Italia a probar suerte con el futbol y se aloja en casa de Hilda Guerriero Vargas, prima de su mamá. Tres meses después pasa a París y vive donde su tía Helena y luego regresa a Caracas en junio de 1995. No pudo inscribirse en la universidad y ese año solo estudia frances. Le toca vivir la experiencia de la gravedad de Marianela con el dengue hemorrágico y eso lo afectó mucho, al punto de no querer hablar de ese tema nunca más. En octubre de 1996 vuelve a la Universidad Santa María y aprueba el primer año de derecho. En julio de 1997 presenta una prueba y es admitido en la escuela de derecho de la Universidad Central de Venezuela, donde debe repetir el primer año que ya había aprobado en la Santa María. Allí cursa hasta el tercer año pero deja la carrera porque dice que no le ve futuro. En junio del 2001 viaja a Bournemouth, Inglaterra para hacer un curso en Gerencia de Viajes, Turismo y Hospitalidad, el cual culmina exitosamente. Luego de un período de incertidumbre y aprovechando que su hermano Alberto estaba en Australia, le damos la oportunidad de seguir estudios de turismo en Brisbane, pero regresa prematuramente. Busca trabajo en Caracas y es empleado en Italcambio, Aeropostal, Hotel Hilton y Hotel Tamanaco, pero no logra asentarse definitivamente. En octubre de 2006 se le rompe el tendón de Aquiles de la pierna izquierda y debe ser operado por el Dr. Eduardo Viso Delprette. Luego trabajó cinco meses en Kia Motors, viviendo en Valencia en el apartamento de Oswaldo Pruna, quien le había conseguido el empleo. Viaja a Margarita con la idea de crear una compañia de turismo, pero la mala situación del país y la inseguridad lo hacen desistir de la idea. A principios de 2010 comienza a trabajar en una productora cinematográfica con su amigo del colegio Miguel Celma. En 2013 vuelve a Australia, donde sus padres ya eran residentes, para cursar Gerencia Hotelera en el TAFE de Sydney. El 23 de enero de 2015 durante un juego de futsal sufre de nuevo una lesión en el tendón de Aquiles de la pierna derecha y es operado en el Hospital Príncipe de Gales, logrando recuperarse a los pocos meses.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Canciones e Intérpretes

Mi papá con el cuatro y mi mamá cantando
Este relato no se refiere a la familia Coll, pero en cierta forma puede acercarnos a un mejor conocimiento de nuestra familia porque la música es expresión de sentimientos y las canciones por lo general están vinculadas con algún episodio de nuestras vidas.

En el hogar de los Coll Valarino la música siempre ocupó un lugar importante. Mi papá, Agustín Coll Payares, tocaba la guitarra pues su mamá Concepción –mi abuela- le había enseñado las primeras notas y también algunas canciones. Entre éstas recuerdo especialmente “Y tú qué has hecho”, una canción tradicional cubana cuya letra dice: "En el tronco del árbol una niña, grabo su nombre henchida de placer y el árbol conmovido allá en su seno, a la niña una flor dejo caer…". Esta canción la grabó de nuevo el famoso cantante cubano Compay Segundo con el Buena Vista Social Club. Mi mamá Aglae Valarino de Coll cantaba muy bonito y por sus conocimientos del idioma francés solía interpretar en ese idioma “J'Attendrai” y “La Vie en Rose”. En mi casa con frecuencia se organizaban reuniones donde salían a relucir guitarras, cuatros y maracas para interpretar canciones venezolanas y latinoamericanas y los intérpretes éramos nosotros mismos.
Las primeras canciones que aprendí, además de las que se cantaban en mi casa, las escuchaba en la radio primero y después en la televisión en blanco y negro cuando este novedoso invento llegó a nuestra casita en la urbanización La Campiña. En la parte posterior de la casa había un quiosco muy grande, donde nos reuníamos familiarmente. Al final del terreno pasaba una quebrada y del otro lado del riachuelo había un bar donde sonaba una rock-ola a toda hora y una de las canciones más solicitadas era “Aunque me Cueste la Vida” interpretada por Alberto Beltrán, cantante dominicano, conocido en el mundo musical latinoamericano como "El Negrito del Batey". También disfrutaba escuchando otros cantantes latinos como la mexicana Toña La Negra (“Vereda Tropical”, “Veracruz”), el cubano Barbarito Diez (“Lágrimas Negras”, “Las Perlas de tu Boca”), el puertorriqueño Daniel Santos (“Virgen de Medianoche”, “Perdón”, “Dos Gardenias”, “Linda”, “Lamento Borincano”), el dominicano Alci Sánchez (“Evocación”, “Maiba”, “Pesar”).

En esa época estaba muy de moda la música llanera, especialmente la interpretada por Los Torrealberos y cantada por Mario Suárez (“La Paraulata Llanera”, “Aquella Noche”, “Morir es Nacer”), Magdalena Sánchez (“Barlovento”, “El Mango Verde”) y Rafael Montaño (“Mar y Llano”, “Solo con las estrellas”, “Galerón Margariteño”), Simón Díaz ("Luna de Margarita", "Caballo Viejo"). Posteriormente, Gualberto Ibarreto (“El Gorrión, “Canchunchú Florido”, “Ladrón de tu amor”), Serenata Guayanesa (“El Sapo”, “Nostalgia Andina”, “Viajera del Río”), C4 (“Media Luna Andina”), María Rivas con Aldemaro Romero (“Poco a Poco”, “Lo que pasa contigo”, “De repente”, “Quinta Anauco”, “Hablaré Catalán”), Trino Mora (“Libera tu mente”, “Mi tristeza”), Henry Stephen (“Te he perdido”).

Ya la Billo’s Caracas Boys era famosa y a través de esa orquesta se nos hicieron familiares muchas canciones cubanas, dominicanas y de otros países de habla hispana. Billo Frómeta, su director dominicano, también nos legó una serie de canciones de su autoría dedicadas a la ciudad que tanto quiso como “Canto a Caracas”, “Isidoro”, “Caracas Vieja”, “Sueño Caraqueño”. Su orquesta animó las mejores fiestas caraqueñas y entre los cantantes que pasaron por ella estuvieron Manolo Monterey, José Luis Rodríguez, Felipe Pirela, Cheo García, Luisín Landáez, Memo Morales y muchos otros. Las mejores fiestas eran las que se celebraban en los clubes como el Caracas Country Club, el Club Valle Arriba y el Club Los Cortijos. Luego se impuso la moda de las casas de fiesta como la Quinta Mar y la Quinta Campo Alegre. Asimismo, no puedo dejar de mencionar a la formidable orquesta de Glenn Miller ("In the mood", "Moonlight Serenade").

En los años 60s irrumpieron Los Beatles y coparon la escena con sus canciones. Yo me convertí en un fanático de esta agrupación inglesa y compré prácticamente toda su producción discográfica porque su ritmo y sus canciones me fascinaron, aunque no entendía las letras en aquel momento. Entre mis favoritas estaban: “Imagine”, “Michelle”, “Yesterday”, “Penny Lane”, “Strawberry Fields Forever”, “Eleanor Rigby”, “Nowhere Man”, “All my Loving”, “Don’t Let me Down”, “It’s only Love” y muchas más.

Cantantes Norteamericanos:
Elvis Presley está entre mis cantantes favoritos (“Suspicious Mind”, “Don’t Be Cruel”, “Love me Tender”, “King Creole”, “Heartbreak Hotel”). También Willie Nelson (“Georgia on my Mind”, “On the Road Again”), Kenny Rogers (“The Gambler”), Patsy Cline (“Crazy”), Dolly Parton (“I will always Love You”), Gloria Gaynor (“I will Survive”, “Can’t Take my Eyes from You”), Tina Turner ("What's Love Got to Do with It", "We Don't Need Another Hero”), Gladys Knight, (“Midnight Train To Georgia”), Tony Bennett (“Fly me to the Moon”, “Stranger in Paradise”), Frank Sinatra (“My Way”), Bonnie Tylor (“Total Eclipse of the Heart”), Barry White (“Can't get enough of your Love, Babe”, “My first, my last, my everything”, “Barry White Love´s Theme”), Otis Redding (“Sitting on the dock of the bay), Percy Sledge ("When a man loves a woman").

Cantantes Latinoamericanos:
Roberto Carlos (“Desahogo”), Nelson Ned (“Déjame si estoy llorando”, “Si las flores pudieran”), Mercedes Sosa (“Gracias a la vida”, “Alfonsina y el mar”, “Juana Azurduy”), Piero (“Mi Viejo”), Carlos Gardel (“Por una Cabeza”), Violeta Parra (“Que vivan los estudiantes!”), José José (“El Triste”, “Anda y Ve”, “La Nave del Olvido”), Facundo Cabral (“No soy de aquí, ni soy de allá”), Alejandro Fernández (“Loco”, “Dos corazones dos historias”), Luis Miguel (“Si nos dejan”), José Alfredo Jiménez (“Te solté la rienda”), Celia Cruz (“Te Busco”, “Luna sobe Matanzas”), Juan Luis Guerra ("Bachata en Fukuoka", "Burbujas de Amor", "El Niagara en Bicicleta", "Cuando te beso").

Cantantes Europeos:
Nicola di Bari (“El corazón es un Gitano”, “Como Violetas”), Domenico Modugno (“La distancia es como el viento”, “Volare”), Claudio Baglione (“Mille giorni di te e di me”, “¿Y tú cómo estás?”), Tiziano Ferro (“Y Estaba Contentísimo”, “El Regalo más grande”), José Luis Perales (“Amigo”, “Decidieron Volar” ), Raphael (“Que sabe nadie”, “Todo se derrumbó”), Pablo Abraira (“Gavilán o paloma”), Rocío Jurado (“Como una Ola”, “Se nos rompió el amor”), Luciano Pavarotti (“Caruso”), Charles Aznavour (“La Boheme”), Eric Clapton (“Tears in heaven”), Julio Iglesias (“Me olvidé de vivir”, “Un hombre solo”, “Un canto a Galicia”, “Tropecé con la misma Piedra”, “Momentos”, “Hey - Tu Nunca Me Has Querido”, “Lo mejor de tu vida”).

Grupos:
Maná (“Vivir sin aire”, “En el muelle de San Blas”, “Bendita luz”, “Eres mi religión”), Los 007 (“Detén la noche”, “El último beso”), Los Dart (“Tú la vas a perder”, “Ahora es tarde”), Led Zeppeling (“Stairway to heaven”), Guns N' Roses (“November Rain”), La Mosca Tse-Tse (“Para No Verte Más”, “Todos Tenemos Un Amor”), Los Fabulosos Cadillac con Celia Cruz (“Vasos vacíos”), Los Bee Gees (“How Deep Is Your Love”, “Massachusetts”, “I Started A Joke”, “How Can You Mend A Broken Heart”, “Too Much Heaven”), Procol Harum ("A whiter shade if pale").

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Autobiografía




Escribir sobre otros familiares o amigos con los que uno ha vivido o tratado es relativamente fácil porque no requiere mayor esfuerzo recordar episodios buenos, regulares o malos que quedaron grabados en nuestra memoria. Pero hablar sobre uno mismo es mucho más complicado porque entran en juego los juicios de valor, el culto al ego y los mecanismos de autodefensa. Todo esto se multiplica cuando el implicado no es muy proclive a abrirse al exterior e ir despojándose de las capas que  han ido cubriendo su vida con el tiempo y las experiencias. Sin embargo, intentaré hacer un esfuerzo de memoria para relatar algunas cosas sencillas -y si es posible interesantes- con la idea de que mis hijos y nietos conozcan datos de esos que uno nunca transmite en conversaciones habituales o en tertulias familiares.

Yo, Agustín Coll Valarino, nací en la Policlínica Caracas el 16 de octubre de 1943. Era el primogénito del matrimonio entre Agustín Coll Payares y Aglae Valarino de Coll. Mi nacimiento no fue fácil porque mi mamá cuenta que tardo 20 horas en labores de parto y el médico solo le pedía que caminara porque eso favorecería el natural proceso; pero eso no ocurrió y finalmente el médico decidió hacer una operación de cesarea. Yo nací en malas condiciones, con una pequeña protuberancia en la cabeza producto del esfuerzo por nacer. Pero la naturaleza es muy sabia y Dios es muy grande, logrando mi recuperación en las horas siguientes.

A los pocos meses fui bautizado, siendo mis padrinos el Dr. Héctor Landaeta Payares, reconocido médico gastroenterólogo primo hermano de mi papá, y Lola Coll Payares, mi tía Lola. Así me convertí en hijo adptivo de Dios Padre y miembro de la Iglesia católica a través de este importante sacramento. Posteriormente, mi fe católica sería nutrida por las enseñanzas de mi mamá y por lo que me transmitieron los padres jesuítas en el Colegio San Ignacio, donde estudié por una década. A este colegio entré en tercer grado, pues mi mamá no había conseguido cupo cuando trató de inscribirme. Los dos primeros años de primaria los cursé en el Instituto Politécnico Educacional, dirigido por la famosa profesora Luisa Amelia Vegas. Esto fue posible porque Enriqueta Landaeta Payares, prima hermana de mi papá, era la profesora de historia de Venezuela en ese centro educativo y eso facilitó mi ingreso.



Estudiando primaria caí enfermo con un decaimiento general que en aquellos años me fue diagnosticado como ictericia, una enfermedad del hígado. Me puse amarillento y me prescribieron unas inyecciones muy dolorosas que mi mamá aliviaba con una dulce música proveniente de un pequeño aparato que me regalaron al efecto y que sonaba como un clavicordio. Ya estando en bachillerato fuí operado de apendicitis por el Dr. Miguel Pérez Carreño, quien era amigo personal de mi papá y mis tías.

En el Colegio San Ignacio pasé uno de los mejores años de mi vida. Me adapté a la disciplina jesuíta y disfruté las distintas actividades extra-curriculares como el football, la natación, las excursiones, los cine-forum, las comidas en la cantina del colegio y la amistad con los compañeros de clase. Cada clase tenía asignado un "maestrillo" que era un hermano jesuita en formación, que además de impartir clases supervisaba la disciplina del salón y el orden fuera de las aulas. Nuestra educación religiosa era muy estricta, pues teníamos que ir a misa en la capilla del Colegio todos los días por la mañana, antes de clases. También rezábamos el rosario todas las tardes y todos los alumnos se turnaban para conducirlo. Los domingos era obligatorio ir a la misa del Colegio en uniforme de gala: traje azul marino y camisa blanca abierta, con el cuello sobre el paltó. Había clases los sábados por la mañana y por la tarde eran las actividades deportivas. Los que éramos inquietos y necesitábamos disciplina adicional nos teníamos que quedar castigados estudiando en un salón custodiados por un cura. Hoy en día esto parece excesivo, pero sobrevivimos y buena parte de mi formación religiosa se la debo al Colegio.



Al salir de bachillerato me inscribí en la Universidad Central de Venezuela para estudiar ingeniería, pero mis escasas aptitudes matemáticas me indicaron que esa no era mi carrera. En ese momento me sentía desconcertado y me hice unos tests en el Instituto Venezolano de Orientación Vocacional, que determinaron mi inclinación por las humanidades más que por las ciencias. Ellos me recomendaron que estudiara periodismo, derecho o economía. Al año siguiente me inscribí en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica Andrés Bello, dirigida por el sacerdote jesuíta Alberto Ancízar Mendoza, que regresaba de estudiar periodismo en La Sorbona de Paris y en la Universidad de Missouri en Estados Unidos, con un cúmulo de conocimientos enorme que transmitía en sus interesantes clases. También supo rodearse de los mejores profesores disponibles como Oscar Yánez, Gloria Stolk, Manuel Pérez Vila, Ramón J. Velázquez, Marino Pérez Durán y otros excelentes comunicadores. Después de cuatro años de estudios egresé con el título de Licenciado en Periodismo, mención impresos (las otras menciones eran publicidad y relaciones públicas, y audiovisual). Unos años después el pensum fue aumentado a cinco años y la carrera comenzó a denominarse Comunicación Social.



Cuando cursaba tercer año de periodismo, me inscribí también en derecho y estudié el primer año de esta carrera, pero no pude continuarla porque me coincidían los horarios. Sin embargo esto me permitió conocer a Beatriz Vargas Sánchez, destacada alumna de quien me hice muy amigo. Visitando su casa conocí a Marianela, su hermana, quien me encantó a primera vista y con el tiempo se convirtió en mi adorada novia, abnegada esposa y excelente madre de mis hijos. El gusanillo del derecho se había instalado en mi pensamiento y muchos años después retomaba los estudios de noche y me graduaría de abogado a la edad de 40 años. Como consecuencia de mi participación en los cursos de preparación al matrimonio cristiano en la Iglesia de Nuestra Señora de Pompei, también terminé un diplomado en asesoría y orientación familiar en la Universidad Católica Santa Rosa, que duró cuatro años yendo a clases dos veces por semana. Finalmente, obtuve un diploma de Estudios Superiores en Teología en la UCAB, después de tres años de clases en la sede del Instituto de Estudios Religiosos en Altamira. Está demás decir que mi pasión por el estudio es algo que ha marcado mi vida siempre.



En cuanto a mi trayectoria profesional puedo contar que comencé a trabajar en Sears Roebuck de Venezuela siendo todavia estudiante de periodismo, donde me tocó producir y dirigir la revista Noti-Sears que era una publicación interna para los empleados. Luego pasé al Ministerio de Fomento como Jefe de Prensa durante el primer gobierno de Rafael Caldera. De allí pase a la Corporación Venezolana de Guayana, presidida en ese entonces por el General Rafael Alfonso Ravard, donde además de redactar informaciones para la prensa también producía la revista Uyapar dirigida a los niños. Posteriormente desempeñé el cargo de Jefe de Relaciones Públicas del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, ubicado cerca de San Antonio de los Altos. Buscando mejores oportunidades en la empresa privada fui empleado en la Creole Petroleum Corporation como periodista en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, concretamente en la ciudad de Cabimas a donde llegamos con Cristina que tenía 16 meses. En esa ciudad pude cumplir mi sueño de comprarme una moto Yamaha Enduro de 500 c.c., qu utilicé en muchos paseos por distintas localidades del estado Zulia. Marianela quedó embarazada de Alberto y decidimos que naciera en el Centro Médico de Caracas, y cuando él cumplió 2 meses de edad volvimos a Cabimas. Poco tiempo después Marianela quedó embarazada de Andrés, lo cual impulsó nuestra necesidad de mudarnos a Caracas de nuevo para que la familia pudiera disfrutar de la prole.

Una vez en la gran capital conseguí empleo en el Consejo de Coordinación de las Empresas Mendoza y allí permanecí por doce años. Me cambié a Lagoven recordando mis tiempos en la industria petrolera, pero el trabajo no me satisfizo y decidí mudar de ambiente. Por medio de un aviso de prensa conseguí trabajo en Cigarrera Biggot y allí permanecí por ocho años, desempeñándome como Gerente de la Fundación Biggot dedicada a la promoción de la cultura popular venezolana. Después pasé a la gerencia de la Fundación Newman. Luego me asocié con un antiguo compañero universitario y fundamos una empresa fotográfica donde permanecí algunos años hasta que me ví obligado a retirarme. Finalmente, ocupé la Gerencia de la Asociación de Vecinos de Altamira y La Castellana hasta nuestro exilio voluntario en Australia. Por mi trabajo en ARUACA me hice acreedor de la Orden José Solano y Bote en su primera clase.


Son muchas las cosas que se pueden contar después de una vida de más de 70 años, sobre todo desde el punto de vista familiar. Una bella familia nos ha dado el Señor adornada con cuatro hijos: Cristina, Alberto, Andrés e Ignacio y cuatro nietos australianos: Nathan, Corina y Matthias (hijos de Alberto y Carolina Reyes) y Kai Emilio (hijo de Andrés y Diana Suárez). A nuestros hijos hemos tratado de inculcarles la fe en Dios y particularmente la necesidad y la obligación de ser buenas personas con el prójimo, cualquiera que sea la circunstancia donde se encuentren. Siempre consideramos que el dinero debe ser un medio para lograr ciertas cosas, sin duda importantes, pero nunca un fin por si mismo. Siempre fuimos partidarios de que nuestros hijos se prepararan intelectual y profesionalmente para triunfar en la vida. Esperamos que esta filosofía haya dado sus frutos.

Cuando nos casamos yo tenía 26 años y Marianela 19. Hemos tenido 50 años de feliz matrimonio, con las dificultades propias de toda relación humana. Hoy en día, con el transcurso del tiempo, admiro y amo a Marianela cada vez más y agradezco a Dios que la pusiera en mi camino para emprender juntos nuestro peregrinaje temporal por esta tierra.

martes, 17 de noviembre de 2015

Los Coll Valarino



La circunstancia común de haber quedado huérfanos desde la niñez, además de la atracción natural, confluyeron para iniciar un noviazgo que conduciría al matrimonio de Agustín Coll Payares y Aglae Valarino de Coll. Agustín, un apuesto joven que trabajaba en el Banco de Venezuela, y Aglae, una bella y simpática señorita que prestaba sus servicios en un dispensario médico, habían decidido unir sus destinos. De esta unión nacerían Agustín, Cristina y José Antonio Coll Valarino.

Aglae era la más encantadora de las hijas de la familia Valarino Alcega y se distinguía desde niña por alegrar las veladas familiares con su bella voz y sus capacidades histriónicas. Había sido bautizada con el nombre de Aglae, en recuerdo a una de las tres gracias, una de las cárites mitológicas hijas de Zeus que representaban la belleza, el encanto y la alegría. Se había distinguido en el Externado del Colegio San José de Tarbes por su inteligencia, su dominio del francés y por tener una bella letra. Como madre se distinguió por su abnegación y entrega absoluta a su familia. Sus firmes creencias religiosas y su devoción por San Antonio la hicieron una católica practicante de fuerte arraigo. Tenía gran habilidad con sus manos; hacía bellos trabajos en pastillaje y también tarjetas en pergamino para las comuniones, bautizos y fiestas de sus hijos. Murió el 10/10/2010.

Agustín, el primogénito, nació un 16 de octubre de 1943 después de una labor de parto sumamente larga que terminó con una cesárea, operación poco común en esa época. Dos años después nacía Cristina un 12 de agosto y una década después José Antonio. Agustín y Cristina eran hermanos inseparables en las buenas y en las malas, compañeros de juego y paseos. José Antonio era aún muy pequeño para adaptarse a las tremenduras de sus hermanos mayores. Cristina creció y se convirtió en una señorita de gran belleza que causaba admiración a donde iba. Después de graduarse de bachiller se va a estudiar inglés a Canada, a un internado dirigido por las hermanas ursulinas. De su matrimonio con César Baena tuvo dos hijos: María Alejandra y César Guillermo, quienes viven en Estados Unidos con su mamá.

Agustín estudió primaria y bachillerato en el Colegio San Ignacio, y comunicación social y derecho en la Universidad Católica Andrés Bello. En la facultad de derecho se hace muy amigo de su compañera de estudios Beatriz Vargas Sánchez y acude con frecuencia a su casa, donde conoce a Marianela -su hermana- de quien se enamora y casa un 28 de agosto de 1969. De este matrimonio nacen Cristina, Alberto, Andrés e Ignacio Coll Vargas, quienes alegran el hogar y reciben el amor y la atención a tiempo completo de su bella y muy jóven mamá. Agustín quiso mucho a la familia Vargas Sánchez; conoció a la abuelita Carmen Beatriz y al Dr. Manuel Vicente Vargas. Con la "Sra. Vargas", como él le decía, mantuvo siempre una cordial y amorosa relación.



José Antonio se graduó de licenciado en filosofía en la UCAB y tuvo un matrimonio de corta duración con una compañera de estudios. Trabajó muchos años en el area de computación y después se fue a vivir a Mérida, donde ingresó en una escuela budista. Allí experimenta las técnicas de la meditación y profundiza en el conocimiento del budismo. Finalmente intenta ir a Inglaterra para seguir estudios de esa religión pero, por errores en la aplicación, le es negada la visa. Entonces decide irse a vivir a La Gran Sabana, al sur de Venezuela en los límites con Brasil. Actualmente vive en el pueblo de El Paují, donde está dedicado a la pintura y a dar clases en un nucleo universitario que funciona en la zona.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Mi tía Margot y mi tío Héctor


Mi tía Margot (Carmen Margarita) Coll Payares era la segunda hija, después de Lola. También había nacido en Calabozo y muy joven es traída con sus hermanos hasta Caracas, después de la muerte de sus padres Carlos Romeo y Concepción. En particular, la muerte de su mamá la afectó muchísimo y perdió el habla por más de un año. Su convalecencia la pasa en la ciudad de Los Teques en casa de su tío Elías Payares González, hermano de su mamá, quien la recibe con mucho cariño. Alli vive una temporada hasta que se recupera, y ya en su adolescencia destaca por su belleza natural y es electa reina de carnaval de esa ciudad. Regresa a Caracas a vivir con sus hermanos Lola y Agustin. Contribuye con los gastos del nuevo hogar haciendo escarpines y saquitos para bebés tejidos en lana, hasta que consigue un mejor empleo en la Joyería Gathman Hermanos como vendedora. Su bella figura y su facilidad para socializar y entablar amistades le facilita el trato con los clientes y al poco tiempo es muy apreciada por los propietarios del comercio.

Muy joven conoce a Héctor Arroyo Parejo y entre los dos surge el amor y contraen matrimonio. Mi tío Héctor era una persona muy cortés y educada que había viajado numerosas veces a Europa acompañando a su padre el Dr. Francisco Arroyo Parejo, famoso abogado internacionalista que dedicó su trabajo profesional y sus conocimientos a la defensa de país en sus conflictos limítrofes. Estos viajes le facilitaron a mi tío el dominio del idioma francés y un buen conocimiento del inglés. Estudió en el Colegio Alemán, que era para la época uno de los más prestigiosos de Caracas, pero no continuó estudios universitarios. Trabajó durante muchos años en el Ministerio de Educación, desarollando una afición por la lectura con preferencia por los autores venezolanos. A la muerte de su padre recibió parte de una cuantiosa herencia que le permitió viajar con mi tía y pasar largas temporadas en distintos países europeos y americanos.

Mi tía Margot fue una gran aficionada a los arreglos florales, obteniéndo muchos premios en las exposiciones del Garden Club de Caracas. También era una persona con una gran fe católica y tenía una especial devoción por la Virgen de la Medalla Milagrosa, siendo presidenta por muchos años de la Sociedad que preparaba las fiestas y celebraciones en honor a la Virgen. La fiesta que se celebraba todos los 27 de noviembre se hizo célebre por su solemnidad y adornos florales, atrayendo a numerosos fieles y por su importancia era oficiada por el Cardenal de Caracas.

Nunca pudo realizar su deseo de tener un hijo, aunque acudió a especialistas dentro y fuera del país con tal propósito. Su amor maternal -que ella calificaba como "A.D.", amor desmedido- lo desbordó en sus sobrinos y sobrinos-nietos, confirmándose la máxima que ella misma repetía con frecuencia: "a quien Dios no le da hijos el diablo le da sobrinos".