domingo, 22 de noviembre de 2015

Canciones e Intérpretes

Mi papá con el cuatro y mi mamá cantando
Este relato no se refiere a la familia Coll, pero en cierta forma puede acercarnos a un mejor conocimiento de nuestra familia porque la música es expresión de sentimientos y las canciones por lo general están vinculadas con algún episodio de nuestras vidas.

En el hogar de los Coll Valarino la música siempre ocupó un lugar importante. Mi papá, Agustín Coll Payares, tocaba la guitarra pues su mamá Concepción –mi abuela- le había enseñado las primeras notas y también algunas canciones. Entre éstas recuerdo especialmente “Y tú qué has hecho”, una canción tradicional cubana cuya letra dice: "En el tronco del árbol una niña, grabo su nombre henchida de placer y el árbol conmovido allá en su seno, a la niña una flor dejo caer…". Esta canción la grabó de nuevo el famoso cantante cubano Compay Segundo con el Buena Vista Social Club. Mi mamá Aglae Valarino de Coll cantaba muy bonito y por sus conocimientos del idioma francés solía interpretar en ese idioma “J'Attendrai” y “La Vie en Rose”. En mi casa con frecuencia se organizaban reuniones donde salían a relucir guitarras, cuatros y maracas para interpretar canciones venezolanas y latinoamericanas y los intérpretes éramos nosotros mismos.
Las primeras canciones que aprendí, además de las que se cantaban en mi casa, las escuchaba en la radio primero y después en la televisión en blanco y negro cuando este novedoso invento llegó a nuestra casita en la urbanización La Campiña. En la parte posterior de la casa había un quiosco muy grande, donde nos reuníamos familiarmente. Al final del terreno pasaba una quebrada y del otro lado del riachuelo había un bar donde sonaba una rock-ola a toda hora y una de las canciones más solicitadas era “Aunque me Cueste la Vida” interpretada por Alberto Beltrán, cantante dominicano, conocido en el mundo musical latinoamericano como "El Negrito del Batey". También disfrutaba escuchando otros cantantes latinos como la mexicana Toña La Negra (“Vereda Tropical”, “Veracruz”), el cubano Barbarito Diez (“Lágrimas Negras”, “Las Perlas de tu Boca”), el puertorriqueño Daniel Santos (“Virgen de Medianoche”, “Perdón”, “Dos Gardenias”, “Linda”, “Lamento Borincano”), el dominicano Alci Sánchez (“Evocación”, “Maiba”, “Pesar”).

En esa época estaba muy de moda la música llanera, especialmente la interpretada por Los Torrealberos y cantada por Mario Suárez (“La Paraulata Llanera”, “Aquella Noche”, “Morir es Nacer”), Magdalena Sánchez (“Barlovento”, “El Mango Verde”) y Rafael Montaño (“Mar y Llano”, “Solo con las estrellas”, “Galerón Margariteño”), Simón Díaz ("Luna de Margarita", "Caballo Viejo"). Posteriormente, Gualberto Ibarreto (“El Gorrión, “Canchunchú Florido”, “Ladrón de tu amor”), Serenata Guayanesa (“El Sapo”, “Nostalgia Andina”, “Viajera del Río”), C4 (“Media Luna Andina”), María Rivas con Aldemaro Romero (“Poco a Poco”, “Lo que pasa contigo”, “De repente”, “Quinta Anauco”, “Hablaré Catalán”), Trino Mora (“Libera tu mente”, “Mi tristeza”), Henry Stephen (“Te he perdido”).

Ya la Billo’s Caracas Boys era famosa y a través de esa orquesta se nos hicieron familiares muchas canciones cubanas, dominicanas y de otros países de habla hispana. Billo Frómeta, su director dominicano, también nos legó una serie de canciones de su autoría dedicadas a la ciudad que tanto quiso como “Canto a Caracas”, “Isidoro”, “Caracas Vieja”, “Sueño Caraqueño”. Su orquesta animó las mejores fiestas caraqueñas y entre los cantantes que pasaron por ella estuvieron Manolo Monterey, José Luis Rodríguez, Felipe Pirela, Cheo García, Luisín Landáez, Memo Morales y muchos otros. Las mejores fiestas eran las que se celebraban en los clubes como el Caracas Country Club, el Club Valle Arriba y el Club Los Cortijos. Luego se impuso la moda de las casas de fiesta como la Quinta Mar y la Quinta Campo Alegre. Asimismo, no puedo dejar de mencionar a la formidable orquesta de Glenn Miller ("In the mood", "Moonlight Serenade").

En los años 60s irrumpieron Los Beatles y coparon la escena con sus canciones. Yo me convertí en un fanático de esta agrupación inglesa y compré prácticamente toda su producción discográfica porque su ritmo y sus canciones me fascinaron, aunque no entendía las letras en aquel momento. Entre mis favoritas estaban: “Imagine”, “Michelle”, “Yesterday”, “Penny Lane”, “Strawberry Fields Forever”, “Eleanor Rigby”, “Nowhere Man”, “All my Loving”, “Don’t Let me Down”, “It’s only Love” y muchas más.

Cantantes Norteamericanos:
Elvis Presley está entre mis cantantes favoritos (“Suspicious Mind”, “Don’t Be Cruel”, “Love me Tender”, “King Creole”, “Heartbreak Hotel”). También Willie Nelson (“Georgia on my Mind”, “On the Road Again”), Kenny Rogers (“The Gambler”), Patsy Cline (“Crazy”), Dolly Parton (“I will always Love You”), Gloria Gaynor (“I will Survive”, “Can’t Take my Eyes from You”), Tina Turner ("What's Love Got to Do with It", "We Don't Need Another Hero”), Gladys Knight, (“Midnight Train To Georgia”), Tony Bennett (“Fly me to the Moon”, “Stranger in Paradise”), Frank Sinatra (“My Way”), Bonnie Tylor (“Total Eclipse of the Heart”), Barry White (“Can't get enough of your Love, Babe”, “My first, my last, my everything”, “Barry White Love´s Theme”), Otis Redding (“Sitting on the dock of the bay), Percy Sledge ("When a man loves a woman").

Cantantes Latinoamericanos:
Roberto Carlos (“Desahogo”), Nelson Ned (“Déjame si estoy llorando”, “Si las flores pudieran”), Mercedes Sosa (“Gracias a la vida”, “Alfonsina y el mar”, “Juana Azurduy”), Piero (“Mi Viejo”), Carlos Gardel (“Por una Cabeza”), Violeta Parra (“Que vivan los estudiantes!”), José José (“El Triste”, “Anda y Ve”, “La Nave del Olvido”), Facundo Cabral (“No soy de aquí, ni soy de allá”), Alejandro Fernández (“Loco”, “Dos corazones dos historias”), Luis Miguel (“Si nos dejan”), José Alfredo Jiménez (“Te solté la rienda”), Celia Cruz (“Te Busco”, “Luna sobe Matanzas”), Juan Luis Guerra ("Bachata en Fukuoka", "Burbujas de Amor", "El Niagara en Bicicleta", "Cuando te beso").

Cantantes Europeos:
Nicola di Bari (“El corazón es un Gitano”, “Como Violetas”), Domenico Modugno (“La distancia es como el viento”, “Volare”), Claudio Baglione (“Mille giorni di te e di me”, “¿Y tú cómo estás?”), Tiziano Ferro (“Y Estaba Contentísimo”, “El Regalo más grande”), José Luis Perales (“Amigo”, “Decidieron Volar” ), Raphael (“Que sabe nadie”, “Todo se derrumbó”), Pablo Abraira (“Gavilán o paloma”), Rocío Jurado (“Como una Ola”, “Se nos rompió el amor”), Luciano Pavarotti (“Caruso”), Charles Aznavour (“La Boheme”), Eric Clapton (“Tears in heaven”), Julio Iglesias (“Me olvidé de vivir”, “Un hombre solo”, “Un canto a Galicia”, “Tropecé con la misma Piedra”, “Momentos”, “Hey - Tu Nunca Me Has Querido”, “Lo mejor de tu vida”).

Grupos:
Maná (“Vivir sin aire”, “En el muelle de San Blas”, “Bendita luz”, “Eres mi religión”), Los 007 (“Detén la noche”, “El último beso”), Los Dart (“Tú la vas a perder”, “Ahora es tarde”), Led Zeppeling (“Stairway to heaven”), Guns N' Roses (“November Rain”), La Mosca Tse-Tse (“Para No Verte Más”, “Todos Tenemos Un Amor”), Los Fabulosos Cadillac con Celia Cruz (“Vasos vacíos”), Los Bee Gees (“How Deep Is Your Love”, “Massachusetts”, “I Started A Joke”, “How Can You Mend A Broken Heart”, “Too Much Heaven”), Procol Harum ("A whiter shade if pale").

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Autobiografía




Escribir sobre otros familiares o amigos con los que uno ha vivido o tratado es relativamente fácil porque no requiere mayor esfuerzo recordar episodios buenos, regulares o malos que quedaron grabados en nuestra memoria. Pero hablar sobre uno mismo es mucho más complicado porque entran en juego los juicios de valor, el culto al ego y los mecanismos de autodefensa. Todo esto se multiplica cuando el implicado no es muy proclive a abrirse al exterior e ir despojándose de las capas que  han ido cubriendo su vida con el tiempo y las experiencias. Sin embargo, intentaré hacer un esfuerzo de memoria para relatar algunas cosas sencillas -y si es posible interesantes- con la idea de que mis hijos y nietos conozcan datos de esos que uno nunca transmite en conversaciones habituales o en tertulias familiares.

Yo, Agustín Coll Valarino, nací en la Policlínica Caracas el 16 de octubre de 1943. Era el primogénito del matrimonio entre Agustín Coll Payares y Aglae Valarino de Coll. Mi nacimiento no fue fácil porque mi mamá cuenta que tardo 20 horas en labores de parto y el médico solo le pedía que caminara porque eso favorecería el natural proceso; pero eso no ocurrió y finalmente el médico decidió hacer una operación de cesarea. Yo nací en malas condiciones, con una pequeña protuberancia en la cabeza producto del esfuerzo por nacer. Pero la naturaleza es muy sabia y Dios es muy grande, logrando mi recuperación en las horas siguientes.

A los pocos meses fui bautizado, siendo mis padrinos el Dr. Héctor Landaeta Payares, reconocido médico gastroenterólogo primo hermano de mi papá, y Lola Coll Payares, mi tía Lola. Así me convertí en hijo adptivo de Dios Padre y miembro de la Iglesia católica a través de este importante sacramento. Posteriormente, mi fe católica sería nutrida por las enseñanzas de mi mamá y por lo que me transmitieron los padres jesuítas en el Colegio San Ignacio, donde estudié por una década. A este colegio entré en tercer grado, pues mi mamá no había conseguido cupo cuando trató de inscribirme. Los dos primeros años de primaria los cursé en el Instituto Politécnico Educacional, dirigido por la famosa profesora Luisa Amelia Vegas. Esto fue posible porque Enriqueta Landaeta Payares, prima hermana de mi papá, era la profesora de historia de Venezuela en ese centro educativo y eso facilitó mi ingreso.



Estudiando primaria caí enfermo con un decaimiento general que en aquellos años me fue diagnosticado como ictericia, una enfermedad del hígado. Me puse amarillento y me prescribieron unas inyecciones muy dolorosas que mi mamá aliviaba con una dulce música proveniente de un pequeño aparato que me regalaron al efecto y que sonaba como un clavicordio. Ya estando en bachillerato fuí operado de apendicitis por el Dr. Miguel Pérez Carreño, quien era amigo personal de mi papá y mis tías.

En el Colegio San Ignacio pasé uno de los mejores años de mi vida. Me adapté a la disciplina jesuíta y disfruté las distintas actividades extra-curriculares como el football, la natación, las excursiones, los cine-forum, las comidas en la cantina del colegio y la amistad con los compañeros de clase. Cada clase tenía asignado un "maestrillo" que era un hermano jesuita en formación, que además de impartir clases supervisaba la disciplina del salón y el orden fuera de las aulas. Nuestra educación religiosa era muy estricta, pues teníamos que ir a misa en la capilla del Colegio todos los días por la mañana, antes de clases. También rezábamos el rosario todas las tardes y todos los alumnos se turnaban para conducirlo. Los domingos era obligatorio ir a la misa del Colegio en uniforme de gala: traje azul marino y camisa blanca abierta, con el cuello sobre el paltó. Había clases los sábados por la mañana y por la tarde eran las actividades deportivas. Los que éramos inquietos y necesitábamos disciplina adicional nos teníamos que quedar castigados estudiando en un salón custodiados por un cura. Hoy en día esto parece excesivo, pero sobrevivimos y buena parte de mi formación religiosa se la debo al Colegio.



Al salir de bachillerato me inscribí en la Universidad Central de Venezuela para estudiar ingeniería, pero mis escasas aptitudes matemáticas me indicaron que esa no era mi carrera. En ese momento me sentía desconcertado y me hice unos tests en el Instituto Venezolano de Orientación Vocacional, que determinaron mi inclinación por las humanidades más que por las ciencias. Ellos me recomendaron que estudiara periodismo, derecho o economía. Al año siguiente me inscribí en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica Andrés Bello, dirigida por el sacerdote jesuíta Alberto Ancízar Mendoza, que regresaba de estudiar periodismo en La Sorbona de Paris y en la Universidad de Missouri en Estados Unidos, con un cúmulo de conocimientos enorme que transmitía en sus interesantes clases. También supo rodearse de los mejores profesores disponibles como Oscar Yánez, Gloria Stolk, Manuel Pérez Vila, Ramón J. Velázquez, Marino Pérez Durán y otros excelentes comunicadores. Después de cuatro años de estudios egresé con el título de Licenciado en Periodismo, mención impresos (las otras menciones eran publicidad y relaciones públicas, y audiovisual). Unos años después el pensum fue aumentado a cinco años y la carrera comenzó a denominarse Comunicación Social.



Cuando cursaba tercer año de periodismo, me inscribí también en derecho y estudié el primer año de esta carrera, pero no pude continuarla porque me coincidían los horarios. Sin embargo esto me permitió conocer a Beatriz Vargas Sánchez, destacada alumna de quien me hice muy amigo. Visitando su casa conocí a Marianela, su hermana, quien me encantó a primera vista y con el tiempo se convirtió en mi adorada novia, abnegada esposa y excelente madre de mis hijos. El gusanillo del derecho se había instalado en mi pensamiento y muchos años después retomaba los estudios de noche y me graduaría de abogado a la edad de 40 años. Como consecuencia de mi participación en los cursos de preparación al matrimonio cristiano en la Iglesia de Nuestra Señora de Pompei, también terminé un diplomado en asesoría y orientación familiar en la Universidad Católica Santa Rosa, que duró cuatro años yendo a clases dos veces por semana. Finalmente, obtuve un diploma de Estudios Superiores en Teología en la UCAB, después de tres años de clases en la sede del Instituto de Estudios Religiosos en Altamira. Está demás decir que mi pasión por el estudio es algo que ha marcado mi vida siempre.



En cuanto a mi trayectoria profesional puedo contar que comencé a trabajar en Sears Roebuck de Venezuela siendo todavia estudiante de periodismo, donde me tocó producir y dirigir la revista Noti-Sears que era una publicación interna para los empleados. Luego pasé al Ministerio de Fomento como Jefe de Prensa durante el primer gobierno de Rafael Caldera. De allí pase a la Corporación Venezolana de Guayana, presidida en ese entonces por el General Rafael Alfonso Ravard, donde además de redactar informaciones para la prensa también producía la revista Uyapar dirigida a los niños. Posteriormente desempeñé el cargo de Jefe de Relaciones Públicas del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, ubicado cerca de San Antonio de los Altos. Buscando mejores oportunidades en la empresa privada fui empleado en la Creole Petroleum Corporation como periodista en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, concretamente en la ciudad de Cabimas a donde llegamos con Cristina que tenía 16 meses. En esa ciudad pude cumplir mi sueño de comprarme una moto Yamaha Enduro de 500 c.c., qu utilicé en muchos paseos por distintas localidades del estado Zulia. Marianela quedó embarazada de Alberto y decidimos que naciera en el Centro Médico de Caracas, y cuando él cumplió 2 meses de edad volvimos a Cabimas. Poco tiempo después Marianela quedó embarazada de Andrés, lo cual impulsó nuestra necesidad de mudarnos a Caracas de nuevo para que la familia pudiera disfrutar de la prole.

Una vez en la gran capital conseguí empleo en el Consejo de Coordinación de las Empresas Mendoza y allí permanecí por doce años. Me cambié a Lagoven recordando mis tiempos en la industria petrolera, pero el trabajo no me satisfizo y decidí mudar de ambiente. Por medio de un aviso de prensa conseguí trabajo en Cigarrera Biggot y allí permanecí por ocho años, desempeñándome como Gerente de la Fundación Biggot dedicada a la promoción de la cultura popular venezolana. Después pasé a la gerencia de la Fundación Newman. Luego me asocié con un antiguo compañero universitario y fundamos una empresa fotográfica donde permanecí algunos años hasta que me ví obligado a retirarme. Finalmente, ocupé la Gerencia de la Asociación de Vecinos de Altamira y La Castellana hasta nuestro exilio voluntario en Australia. Por mi trabajo en ARUACA me hice acreedor de la Orden José Solano y Bote en su primera clase.


Son muchas las cosas que se pueden contar después de una vida de más de 70 años, sobre todo desde el punto de vista familiar. Una bella familia nos ha dado el Señor adornada con cuatro hijos: Cristina, Alberto, Andrés e Ignacio y cuatro nietos australianos: Nathan, Corina y Matthias (hijos de Alberto y Carolina Reyes) y Kai Emilio (hijo de Andrés y Diana Suárez). A nuestros hijos hemos tratado de inculcarles la fe en Dios y particularmente la necesidad y la obligación de ser buenas personas con el prójimo, cualquiera que sea la circunstancia donde se encuentren. Siempre consideramos que el dinero debe ser un medio para lograr ciertas cosas, sin duda importantes, pero nunca un fin por si mismo. Siempre fuimos partidarios de que nuestros hijos se prepararan intelectual y profesionalmente para triunfar en la vida. Esperamos que esta filosofía haya dado sus frutos.

Cuando nos casamos yo tenía 26 años y Marianela 19. Hemos tenido 50 años de feliz matrimonio, con las dificultades propias de toda relación humana. Hoy en día, con el transcurso del tiempo, admiro y amo a Marianela cada vez más y agradezco a Dios que la pusiera en mi camino para emprender juntos nuestro peregrinaje temporal por esta tierra.

martes, 17 de noviembre de 2015

Los Coll Valarino



La circunstancia común de haber quedado huérfanos desde la niñez, además de la atracción natural, confluyeron para iniciar un noviazgo que conduciría al matrimonio de Agustín Coll Payares y Aglae Valarino de Coll. Agustín, un apuesto joven que trabajaba en el Banco de Venezuela, y Aglae, una bella y simpática señorita que prestaba sus servicios en un dispensario médico, habían decidido unir sus destinos. De esta unión nacerían Agustín, Cristina y José Antonio Coll Valarino.

Aglae era la más encantadora de las hijas de la familia Valarino Alcega y se distinguía desde niña por alegrar las veladas familiares con su bella voz y sus capacidades histriónicas. Había sido bautizada con el nombre de Aglae, en recuerdo a una de las tres gracias, una de las cárites mitológicas hijas de Zeus que representaban la belleza, el encanto y la alegría. Se había distinguido en el Externado del Colegio San José de Tarbes por su inteligencia, su dominio del francés y por tener una bella letra. Como madre se distinguió por su abnegación y entrega absoluta a su familia. Sus firmes creencias religiosas y su devoción por San Antonio la hicieron una católica practicante de fuerte arraigo. Tenía gran habilidad con sus manos; hacía bellos trabajos en pastillaje y también tarjetas en pergamino para las comuniones, bautizos y fiestas de sus hijos. Murió el 10/10/2010.

Agustín, el primogénito, nació un 16 de octubre de 1943 después de una labor de parto sumamente larga que terminó con una cesárea, operación poco común en esa época. Dos años después nacía Cristina un 12 de agosto y una década después José Antonio. Agustín y Cristina eran hermanos inseparables en las buenas y en las malas, compañeros de juego y paseos. José Antonio era aún muy pequeño para adaptarse a las tremenduras de sus hermanos mayores. Cristina creció y se convirtió en una señorita de gran belleza que causaba admiración a donde iba. Después de graduarse de bachiller se va a estudiar inglés a Canada, a un internado dirigido por las hermanas ursulinas. De su matrimonio con César Baena tuvo dos hijos: María Alejandra y César Guillermo, quienes viven en Estados Unidos con su mamá.

Agustín estudió primaria y bachillerato en el Colegio San Ignacio, y comunicación social y derecho en la Universidad Católica Andrés Bello. En la facultad de derecho se hace muy amigo de su compañera de estudios Beatriz Vargas Sánchez y acude con frecuencia a su casa, donde conoce a Marianela -su hermana- de quien se enamora y casa un 28 de agosto de 1969. De este matrimonio nacen Cristina, Alberto, Andrés e Ignacio Coll Vargas, quienes alegran el hogar y reciben el amor y la atención a tiempo completo de su bella y muy jóven mamá. Agustín quiso mucho a la familia Vargas Sánchez; conoció a la abuelita Carmen Beatriz y al Dr. Manuel Vicente Vargas. Con la "Sra. Vargas", como él le decía, mantuvo siempre una cordial y amorosa relación.



José Antonio se graduó de licenciado en filosofía en la UCAB y tuvo un matrimonio de corta duración con una compañera de estudios. Trabajó muchos años en el area de computación y después se fue a vivir a Mérida, donde ingresó en una escuela budista. Allí experimenta las técnicas de la meditación y profundiza en el conocimiento del budismo. Finalmente intenta ir a Inglaterra para seguir estudios de esa religión pero, por errores en la aplicación, le es negada la visa. Entonces decide irse a vivir a La Gran Sabana, al sur de Venezuela en los límites con Brasil. Actualmente vive en el pueblo de El Paují, donde está dedicado a la pintura y a dar clases en un nucleo universitario que funciona en la zona.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Mi tía Margot y mi tío Héctor


Mi tía Margot (Carmen Margarita) Coll Payares era la segunda hija, después de Lola. También había nacido en Calabozo y muy joven es traída con sus hermanos hasta Caracas, después de la muerte de sus padres Carlos Romeo y Concepción. En particular, la muerte de su mamá la afectó muchísimo y perdió el habla por más de un año. Su convalecencia la pasa en la ciudad de Los Teques en casa de su tío Elías Payares González, hermano de su mamá, quien la recibe con mucho cariño. Alli vive una temporada hasta que se recupera, y ya en su adolescencia destaca por su belleza natural y es electa reina de carnaval de esa ciudad. Regresa a Caracas a vivir con sus hermanos Lola y Agustin. Contribuye con los gastos del nuevo hogar haciendo escarpines y saquitos para bebés tejidos en lana, hasta que consigue un mejor empleo en la Joyería Gathman Hermanos como vendedora. Su bella figura y su facilidad para socializar y entablar amistades le facilita el trato con los clientes y al poco tiempo es muy apreciada por los propietarios del comercio.

Muy joven conoce a Héctor Arroyo Parejo y entre los dos surge el amor y contraen matrimonio. Mi tío Héctor era una persona muy cortés y educada que había viajado numerosas veces a Europa acompañando a su padre el Dr. Francisco Arroyo Parejo, famoso abogado internacionalista que dedicó su trabajo profesional y sus conocimientos a la defensa de país en sus conflictos limítrofes. Estos viajes le facilitaron a mi tío el dominio del idioma francés y un buen conocimiento del inglés. Estudió en el Colegio Alemán, que era para la época uno de los más prestigiosos de Caracas, pero no continuó estudios universitarios. Trabajó durante muchos años en el Ministerio de Educación, desarollando una afición por la lectura con preferencia por los autores venezolanos. A la muerte de su padre recibió parte de una cuantiosa herencia que le permitió viajar con mi tía y pasar largas temporadas en distintos países europeos y americanos.

Mi tía Margot fue una gran aficionada a los arreglos florales, obteniéndo muchos premios en las exposiciones del Garden Club de Caracas. También era una persona con una gran fe católica y tenía una especial devoción por la Virgen de la Medalla Milagrosa, siendo presidenta por muchos años de la Sociedad que preparaba las fiestas y celebraciones en honor a la Virgen. La fiesta que se celebraba todos los 27 de noviembre se hizo célebre por su solemnidad y adornos florales, atrayendo a numerosos fieles y por su importancia era oficiada por el Cardenal de Caracas.

Nunca pudo realizar su deseo de tener un hijo, aunque acudió a especialistas dentro y fuera del país con tal propósito. Su amor maternal -que ella calificaba como "A.D.", amor desmedido- lo desbordó en sus sobrinos y sobrinos-nietos, confirmándose la máxima que ella misma repetía con frecuencia: "a quien Dios no le da hijos el diablo le da sobrinos". 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Mi tía Lola y mi tío Alberto

                               Lola Coll de Rodríguez y Alberto Rodríguez

Mi tía Lola (María de los Dolores) era la primogénita de los hermanos Coll Payares y esta circunstancia la llevó a ser cabeza de familia desde temprana edad y a hacerse cargo de Margot y Agustín, menores que ella. Desde que llegó a Caracas, proveniente de la ciudad de Calabozo, consiguió empleo en el Banco de Venezuela que para aquella época era una prestigiosa institución. Allí permanecerá por más de veinte años ocupando distintas posiciones hasta llegar a ser la secretaria del Presidente del Banco, Sr. Emilio Beiner (este era el cargo más alto que podía alcanzar una mujer en el Banco de Venezuela). Alli conocerá a un compañero de trabajo, Alberto Rodríguez Briceño, quien después de un prolongado noviazgo se convertiría en su esposo.

Lola siempre se distinguió por su inteligencia y agudo sentido del humor. Tocaba el piano desde niña y solía interpretar a Chopin y Beethoven en sus ratos libres. Aunque no tuvo la oportunidad de estudiar por tener que trabajar, se las ingenió para hacer un curso largo de inglés en la Universidad de Columbia, New York, lo cual era un paso insólito para una señorita en aquellos años. Era una mujer de avanzada y desde joven fumaba, lo cual tampoco era común entre las muchachas caraqueñas. Tenía el cabello rubio y por eso sus amistades la llamaban "la catira".

Un episodio famoso de la vida de mi tia Lola es el relativo a su romance con Manuel Casal, un argentino muy educado y cortés que le ofreció matrimonio y casi llega a consumarse; pero en el último minuto se devolvió de la Iglesia porque sintió que su verdadero amor era por mi tio Alberto, quien había descuidado la relación por llevar una vida un poco bohemia.

Mi tío Alberto era una persona que amaba la vida al aire libre. Disfrutaba mucho de la natación, la cual practicaba en rios y mares. Era tal su afición por las playas que se compró una casa en Catia de la Mar, a donde íbamos con mucha frecuencia. La cercanía de la casa con el Club Playa Grande lo impulsa a hacerse socio fundador y alli permanece por muchos años. También fue socio del Junkito Country Club, cuyo clima le encantaba y por tal motivo compró un terreno muy cerca de la sede del Club e importó una casa de madera desde Canadá para instalarla en esa parcela.

Amaba los animales, al punto que era conocido entre sus amigos como "la guaca" porque frecuentemente andaba con una guacamaya encima de sus hombros. También era famoso por poseer y cuidar una boa o tragavenados a la que apodaba "Maria Chucha", a la cual sacaba con frecuencia enrollada en la cintura. En su casa de la Urbanización El Rosal construyó una enorme pajarera, donde tenía una gran variedad de aves canoras.

                                                     Alberto Rodríguez Briceño

El fue un gran motociclista y en su Harley Davidson hacía largas excursiones, como la que realizó desde Caracas al Pico El Aguila en Los Andes merideños. Logró tanta destreza en su H.D. que realizaba la figura del Cristo con la motocicleta en movimiento, parándose algunos segundos encima del asiento con los brazos abiertos. Cuando los automoviles Mercedes Benz llegaron a Venezuela, él fue uno de los primeros que tuvo uno y lo conservó por muchos años, manteniéndolo en perfecto estado. En uno de los muchos ríos en que se bañó contrajo una bilharzia que finalmente le atacó el higado, produciéndole una cirrosis que lo obligó a hospitalizarse hasta el día de su muerte.

Mi tío Alberto tenía un carácter jovial y siempre estaba alegre. Le encantaba ponerle sobrenombre a todas las personas y cosas. A mi tía lola la llamaba "Petra", a mi tía Margot "Monseñor", y a mí me decía "Pirito" que era un diminutivo del sobrenombre de mi papá, a quien apodaban "El Piro". Fue tanta mi admiración y amor por mi tío Alberto que no tuve ninguna duda en bautizar con el mismo nombre a nuestro primogénito, como recuerdo y homenaje a su persona.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Semblanza de mi padre

                                    Agustín, Lola y Margot Coll Payares

Sin duda alguna, Agustín Coll Payares -mi padre- fue un hombre polifacético. El y sus dos hermanas mayores, Margot y Lola, no tuvieron una infancia facil porque quedaron huéfanos siendo aún niños. Mi abuelos, Carlos Romeo Coll Abreu y Concepción Payares de Coll se habían radicado en la ciudad de Calabozo (capital del Estado Guárico hasta 1934 cuando el dictador Juan Vicente Gómez la traslada a San Juan de los Morros), donde habian instalado un comercio para la venta de alimentos y artículos de diversa índole. Allí trancurre la primera infancia de mi papá y mis tías, pero la muerte de ambos obliga a los tres hermanos a trasladarse a Caracas en busca de un mejor destino. El viaje resulta toda una odisea, pues el traslado lo hacen en una carreta tirada por caballos y se tarda tres días por caminos de tierra y acampando en posadas a la orilla del camino.

En Caracas reciben ayuda de sus primos los Landaeta Payares hasta que logran conseguir trabajo. Mi tía Lola (María de los Dolores) consigue ingresar al Banco de Venezuela y mi tía Margot (Carmen Margarita) ingresa en la joyería Gathman Hermanos. Mi papá, con apenas 14 años y con la palanca de su hermana, también se emplea en el Banco de Venezuela como office boy. Ahí comenzará una larga carrera de más de 40 años, que le permitirá jubilarse siendo todavía bastante jóven. La necesidad de trabajar le impide estudiar y no completa ni siquiera la primaria. Sin embargo, una inteligencia natural le permite abrirse paso y afrontar todas las vicisitudes de la vida.

En el Banco escala muchas posiciones hasta llegar a la gerencia del departamento de giros al interior, cargo muy importante en aquella época. Además de sus funciones en la sede del Banco en la caraqueña esquina de Sociedad, asume el transporte de dinero en su propio carro a algunas sucursales del interior de Venezuela. De esta forma tambien satisfacía su aficción por viajar y hacer excursiones, además de reunirse con amigos a donde fuera. Muchas veces me tocó acompañarlo en esos viajes y disfrutar de su grata compañia y camaradería. En todas partes era recibido con cariño y alegría porque además de su simpatía natural, tocaba muy bien la guitarra (mi abuela lo había enseñado desde niño) y le gustaba compartir su amistad, nutriendo la conversación con anécdotas y chistes que hacían cada velada muy grata.

Entre sus hobbies estaba montar a caballo y para tal fin se compró un caballo de paso colombiano que se llamaba Calcetín y lo tenía en un establo cerca de Sartenejas, donde también un grupo de amigos -en su mayoría médicos- tenían la misma afición. También era aeromodelista consumado, pues construía sus aviones y los volaba, primero con cuerdas y después a control remoto. Pienso que su amor por la aviación le vino por sus innumerables vuelos al interior del país en misiones del Banco y por su amistad con algunos pilotos de la Base Aerea de Maracay, como Jesús Alberto Zafrané. También era aficionado a la caza y la pesca, deportes que practicó intensamente. Igualmente se destacó en boxeo, bowling, softball, dominó y bolas criollas. La pintura al oleo fue otra de sus pasiones temporales, llegando a realizar varios paisajes, marinas, flores y naturalezas muertas.

El Llano venezolano, su tierra natal, lo atraía particularmente y con frecuencia visitábamos el Hato Carutal situado cerca de Calabozo, Edo. Guárico, propiedad de Julio Rodríguez Montenegro casado con Angelina Landaeta, prima hermana de mi papá. Alli participábamos de las labores de arreo del ganado y ordeño de las vacas, a la par de los peones de la hacienda. También practicábamos la cacería y la pesca de río.

Le encantaban los animales y en mi casa siempre hubo perros, pájaros de distintas nacionalidades y especies, palomas, gallinas, venados, lapas, morrocoyes, babas, loros y muchos otros. Era una persona que no le tenía miedo a nada, como lo demuestra su afición a los juegos pirotécnicos lo que le valió el sobrenombre de "el piro" . Quizás su duro tránsito por la vida le labró un carácter fuerte y una personalidad a prueba de fracasos.

Mis hijos, a diferencia de mi persona que no tuve la dicha de conocer a mis abuelos paternos ni maternos, lo apodaban "poropocho" y sus últimos años transcurrieron en una agradable casa que compró en El Junko, rodeada de pinos, donde vivió hasta su muerte en compañía de mi mamá y hermanos.

El origen de los Coll venezolanos

Agustin Coll Mestre, un catalán nacido en Barcelona, España es enviado en la última década del siglo XVIII a Cumaná, capital de la Provincia de Nueva Andalucía, para trabajar a las ordenes de la Corona Española. Para ese momento la Provincia de Nueva Andalacía o Cumaná ya formaba parte de la Capitanía General de Venezuela, constituida en 1777 junto con las otras cuatro provincias de Guayana, Maracaibo, Trinidad y Margarita.

"La real cédula del 8 de septiembre de 1777 ordenó la separación del Virreinato y Capitanía General de Nueva Granada de las provincias de Cumaná o Nueva Andalucía, Guayana Maracaibo, Trinidad y Margarita y su incorporación en lo gubernativo y militar a la Capitanía General de Venezuela. Esta decisión trajo dos consecuencias trascendentales para nuestra futura nación: primero, completó el proceso de unificación de las provincias creadas en el actual territorio venezolano desde el siglo XVI; y segundo centralizó la defensa de la integridad territorial de distrito asignado, tal como lo venía haciendo con poco éxito, debido a la lejanía, el Virrey y Capitán General de Santa Fe (Discurso de Arturo Uslar Pietri en homenaje a Carlos III, publicado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia, LXII: 248. Caracas, octubre-diciembre de 1979, pp. 799-808).

 No es difícil imaginarse lo difícil que debió haber sido para esos primeros extranjeros establecerse en una tierra desconocida, con un clima distinto al europeo y con la misión de crear instituciones y organizar a la población, implantando leyes y costumbres inspiradas en la Corona Española. “Aun cuando España traslada e impone en América, y en este caso concreto en las provincias venezolanas, su cultura, materializada en usos, costumbres, lengua e instituciones, no fue nada fácil la adaptación de ella al medio autóctono” (Historia General de España y América, tomo XI-2. Madrid. Ediciones RIALP S.A.).

 Allí en Cumaná (primera ciudad fundada por europeos en Tierra Firme del continente americano el 27/11/1515), Agustín Coll Mestre como empleado de la Capitanía ocupa los cargos de Procurador General en 1796 y Alférez Real en 1799. En el ínterin, el 16/10/1797, casó en Cumaná con Inés María Sánchez Vallenilla, hija de Capitán General y Ayudante Mayor de la Plaza, Don Dionisio Sánchez Ramírez en su segundo matrimonio con Doña María de Jesús Vallenilla y Guerra de la Vega. Esto hace suponer que Agustin era ambicioso o tenía espíritu de superación al pretender a la hija del jefe. El matrimonio se establece en la naciente Venezuela para nunca más regresar a la madre patria.

 De este matrimonio nacieron cinco hijos –Ramón, Inés, Pedro, Agustin e Ignacio- que constituyen las cinco ramas de las cuales partirán los Coll venezolanos.